jueves, 16 de enero de 2020

Octavo Centenario de la Catedral de Burgos





EL 8º CENTENARIO DE LA
CATEDRAL DE BURGOS
(Donde se evocan recuerdos del verano pasado)


 


Fco. Alonso Crespo








Burgos ha iniciado este año el 8º Centenario de su catedral y ha inaugurado las Edades del Hombre en Lerma. Este doble acontecimiento ha impregnado todas las manifestaciones culturales y lleva al personal que da vueltas por el mundo a pasar por el Espolón burgalés y terminar frente al Papamoscas. Hoy día,  es inevitable, en verano sobre todo.

Estos y otros pequeños acontecimientos, como pasar un estupendo verano en Burgos, participar de la vida ciudadana, tocar cancioncillas a diario en San Cosme a mediodía (y otras vivencias musicales en la Catedral) y saludar a las amistades que llegan de paso, piden ser evocados ahora que el año termina. La llamada de Cristóbal a mediados de noviembre, y los WhatsApp llegados el día de Sta. Cecilia, patrona de la música (22 de este mes) me dan el último empujón para a escribir “alguna cosilla” al respecto. Les diré por qué: El presidente de Aire Libre me llama para animarme a asistir a la comida anual, y de paso recordar que sigue activa nuestra Revista; y los/las colegas de coro me envían versiones de la famosa Antífona de esta santa, “Cantantibus organis”, que ha sido objeto de mi atención este verano. O sea que lo que yo escriba será una “ensalada mixta” con todos estos ingredientes.

Hortus claussus en la Cartuja
En la foto son tres, Lola, María Fernanda y María José. Obviamente falta el fotógrafo, que soy yo. De haber estado en Burgos las Hnas. Andrés, creo que también nos habrían acompañado.

Están a la sombra pues es un día de mucho calor en el verano burgalés, y a media tarde, o sea cuando más aprieta el sol. Pero ahí las podemos ver tan animadas. El pequeño recinto es un jardincillo, “hortus clausus”, de la Cartuja de Miraflores. Y ellas están aquí porque han venido a Burgos, no faltaría más.

Es la primera vez que lo vemos. Ni idea tenía yo de su existencia.  No obstante parece que el jardincillo ha existido desde siempre como lo indican sus setos y arbolillos crecidos. El pequeño estanque del centro es sin duda un añadido de última hora. Antes formaba parte de la clausura y nadie ajeno al monasterio podía entrar. Ahora evidentemente lo han abierto al público. Se entra desde la galería o claustro que aparece nada más atravesar la puerta principal. Queda a la parte derecha de la iglesia de la Cartuja. Como digo, para mí es una novedad total.
Nuestras tres amigas han improvisado esta excursión a propuesta de Lola que es “burgalesa de pro”. Y, ojo, que María José es de Huerta del Rey, que no es menos. Los de Huerta del Rey no llegan a aquello de “-¡Apártate, que soy de Roa!”. Pero casi. María Fernanda supongo que es de Chamberí.
Su objetivo principal según me dicen es dar una vuelta por Burgos y sobre todo visitar con detenimiento la catedral ahora que se celebra su octavo centenario.

¿Qué  decir de la catedral de Burgos? Su primera piedra fue puesta en 1221 (número “capicúa”, fácil de recordar). Sus dos principales promotores fueron el Rey San Fernando y el obispo Mauricio. El rey se había casado un tiempo antes en la Catedral antigua de estilo románico. “Angosta y oscura” les pareció a los asistentes, y así debía serlo efectivamente. A gritos pedía  nuevo edificio como muestra de los nuevos tiempos y del esplendor que Burgos iba adquiriendo. 

Pero no podemos olvidar a Beatriz de Suabia, la esposa de Fernando III el Santo. Cuando se casan, Fernando es un "pardillo" de 18 años de edad,  y Beatriz es tres años mayor. Mujer culta, que conocía seguramente edificios de estilo gótico, y que visita, es de suponer, la Catedral de París en su viaje a Castilla para casarse ¿no fue seguramente la principal impulsora, el "alma" de la nueva catedral? 
Le dio a Fernando nueve hijos, entre ellos, Alfonso X el Sabio... E hizo santo a su marido, lo que tiene su mérito.

Beatriz de Suabia, tres años mayor
que el "pardillo" de su marido;
mujer docta.
La Nueva sería de estilo gótico y realizada por los maestros de obra franceses que tanta experiencia tenían ya en construcciones similares. La presencia de franceses en Burgos venía de lejos. Y sin duda la de otros europeos, por aquello del Camino de Santiago. Ya desde el siglo XI y tal vez antes aparecieron personajes que luego han sido famosos como San Lesmes, que es el patrón de la ciudad. Y el obispo Mauricio si no era francés al menos había estudiado en París. Hay iglesias varias que llevan nombres de santos franceses como San Gil, San Cosme y San Damián, etc. Yo qué sé. 

Y ya en el siglo XV aparecieron los maestros alemanes (Juan de Colonia; y el hijo, Simón; y el nieto, Francisco) a cuya inspiración se deben las agujas de la catedral, la capilla de los Condestables y otros aditamentos.

No me olvido del cimborrio. Lo que pasó fue que el construido por Juan de Colonia se derrumbó, con terrible estruendo, una noche de marzo a mediados del siglo XVI. Debía ser enorme y monumental, imitando probablemente la forma de las agujas; pero las columnas no soportaron su peso. 

Ante tal desgracia el cabildo no se amilanó y tampoco los burgaleses y comenzaron pronto la reconstrucción del mismo. Juan de Vallejo fue quien llevó a cabo el proyecto. Hubo de acomodarse al estilo general gótico aunque ya introduce elementos renacentistas. 

Cuando años más tarde y una vez  terminado lo contempla el rey Felipe II tuvo unas palabras, diríamos que políticamente correctas, y que todos recordamos: "No parece obra de hombres sino de ángeles", parece ser que dijo. Y digo que políticamente correctas porque sus gustos artísticos eran ya mucho más avanzados (y diametralmente opuestos) como muestra la construcción del Escorial. En su fuero interno probablemente lo que esa enorme obra le pareció fue algo más bien provinciano y anticuado. Pero ojo, el cimborrio, independientemente de su momento, es la octava maravilla.

Primera piedra en 1221
La catedral de Burgos ha sido para muchos burgaleses entre los que me incluyo como la casa común a la que se podía entrar en cualquier hora y circunstancia. Ahora se requiere entrada; pero en tiempos anteriores sus puertas estuvieron siempre abiertas y sin ningún control de acceso. La gente entraba, tanto en invierno como en verano, y daba una vueltecita. Tal vez se sentaba en algún banco de una esquina y a continuación se iba a la calle como si tal cosa.

Esta costumbre tenía un precedente curioso que dio ocasión a la Escalera Dorada: En la Edad Media, para ganar tiempo y para evitar la intemperie, la gente cruzaba por el centro de la catedral, bajando por la escalera entonces existente desde la calle de arriba a la de abajo (supongo que también de la de abajo a la de arriba), a veces con animales muertos o vivos a la espalda, sueltos o de la cuerda, qué sé yo. 

Supongo que lo harían tanto los judíos como los moros y los cristianos pues a todos los burgaleses nos gusta atajar. El cabildo no soportaba aquella algarabía y cerró la puerta de arriba. No dejó ni la escalera. Y con las protestas, Diego de Siloé construyó la actual Escalera Dorada, con proyecto que se trajo de Italia.
La catedral es visible desde todas partes. En
 la foto sus agujas se alinean
con los cipreses de la ladera del castillo.

Todo envejece y los años y los siglos fueron dejando huellas de gran deterioro en el edificio tanto en el exterior como en el interior. 

Ya hace  como 20 años que escribí un articulillo para nuestra revista de Aire Libre sobre el estado calamitoso de nuestra amada catedral, con ocasión del desprendimiento que se produjo de una estatua de piedra de San Lorenzo, que pendía exenta de la torre del lado derecho, sobre un pedestal que sobresalía del muro, a unos 40 metros de altura. 

Desafiar  la ley de la gravedad con la piedra era un capricho propio del gótico, además de las vidrieras y los arbotantes. 

Nos  expusieron en el suelo la estatua de San Lorenzo una vez rehecha, 3/2 del tamaño natural, antes de subirla a la torre. Sin duda pesaba varias toneladas. Y volvió al pedestal exento y a la intemperie. Aquello del desprendimiento ocurrió a media mañana y por poco la boda no acabó en funeral.

Realmente la piedra caliza (de Hontoria de la Cantera) con la que está construida la catedral es muy sensible a la intemperie y sufre continuos deterioros. La caída de la estatua hecha trizas fue la señal de alarma. Todo el mundo se puso manos a la obra y hay que reconocer que en estos 20 años se le ha dado la vuelta tanto por dentro como por fuera como a un calcetín. Y ahora está esplendorosa.

Paso a paso, proyecto a proyecto, se han realizado las obras de renovación. A cualquier visitante le hubiera bastado ver el interior de la sillería del claustro, deshecho por la carcoma, para comprobar que no se podía esperar ni un minuto más. Y realmente todo ha sido muy oportuno para preparar este octavo centenario, que, por si alguno llega tarde, van a prolongar a lo largo de tres años.

Nuestras tres amigas se habían dado por la mañana una vuelta por todo el interior viéndolo renovado, incluido al claustro alto que por su dificultad se había dejado hasta el final. Yo no lo he visitado todavía: Queda pendiente.

Toda la vida cultural burgalesa se hace confluir en torno a esta celebración del 8º Centenario: Conferencias, conciertos, artículos de prensa, programas de radio y televisión. No faltan tampoco los fuegos artificiales, las proyecciones luminosas sobre las fachadas o las sendas luminosas indicadas por velas encendidas entorno a la Catedral. Sólo nos falta envolverla en papel de celofán o pasearla en globo. Son actos muy variados y cada cual se apunta al que le apetece, claro está.

Y no podía faltar la música. En la Catedral hay cinco órganos por lo menos y que yo sepa. Todos ellos están en buen estado. La Catedral cuenta con toda una tradición musical de la que son pruebas sus libros y códices, que dan constancia de la vida musical, de las partituras empleadas y en general de la adaptación a los gustos musicales de los siglos según se han ido sucediendo.





      Lógicamente hay partituras de canto gregoriano. A mediados del verano el director de uno de los coros me hizo llegar la versión que conserva un Códice de la Antífona de Santa Cecilia "Cantantibus organis" que he mencionado al principio. Realmente se trata de una expresión del canto gregoriano cuando éste ya ha entrado en decadencia.

El códice es un libro miniado del siglo XV, antiguo y con mucho mérito; pero “manifiestamente mejorable”. Se lo hago observar al director; pero, claro, me indica que no es poco interpretar una partitura de la catedral que aparece en un códice de varios siglos de antigüedad. Responde a una concepción del canto gregoriano como canto plano, inexpresivo y sin matices. Pero es lo que hay. Hay que reconocer que tiene también un sentido, aún en tiempos en que este canto se encuentra ya renovado y restituido a través de largas investigaciones. Y en los libros catedralicios también hay muestras de polifonía, obviamente.

En la actualidad la catedral cuenta con una escolanía infantil y un coro de adultos senior. No obstante es un privilegio para todos los demás coros de la ciudad poder interpretar su repertorio bien en la capilla de Santa Tecla, en la de los Condestables o en la nave central. El público acude en masa y resulta realmente complicado asistir.

De esto y otras cosas vamos comentando entre nosotros, mientras bajamos desde la Cartuja a la ciudad. Nuestras tres amigas siguen su periplo turístico.

Yo las dejo pues debo ir a acompañar con el teclado los cantos en San Cosme, la iglesia tardogótica en la que toco y tarareo, levantada al otro lado del río y por la que pasó Santa Teresa cuando vino a Burgos. La temperatura en esta iglesia es ideal y hay que reconocer que se disfruta sobre todo cuando se puede acceder al órgano sin pretensiones de agradar al público.

 Es una de las actividades de un veraneo en Burgos, ciudad castellana en la que como es sabido hasta ahora sólo había dos estaciones, la del tren y la del invierno. Por eso su verano es una verdadera delicia.

Se está y se ve a la gente pasar. Los peregrinos la cruzan incesantemente por la calle de Fernán González y sus paralelas. Los turistas también se aglomeran en torno a las plazas y edificios. Hay que reconocer que me resultó un poquito extraño comprobar cómo una multitud de gente mayor estaba pendiente de los bostezos del Papamoscas (en silencio, como si estuvieran en la Capilla Sixtina) cuando iban a dar las doce del mediodía. Pero el turismo lo invade todo en cualquier circunstancia.

Al día siguiente nuestras amigas completaron la visita a la ciudad, recorriendo el Museo de la Evolución Humana y el Monasterio de las Huelgas. No se fueron, según me contaron, sin probar el buen cordero en el restaurante de todos conocido, situado cerca de la plaza del Cid y en la calle Vitoria (“de cuyo nombre sí quiero acordarme”).

Hace como unos 20 años escribí, como ya he indicado, sobre la catedral de Burgos para nuestra revista de Aire Libre de una manera más formal y académica, y también surrealista.

 Como todo avanza que es una barbaridad, aquí me tenéis acabando de dictar este pequeño texto al teléfono, cómodamente reclinado y simplemente teniendo delante algunas de las fotos que adjunto en la edición y que envío ahora mismo a Juan Romero para que la incluya en nuestra Revista si lo tiene a bien.

 Le pediré que previamente le haga llegar este texto a nuestras tres amigas, por alusiones (Al menos así alguien lo leerá)… ¡Y feliz año nuevo, mis buenos amigos/as!

Fco. Alonso Crespo.
Tres Cantos, 26 de noviembre de 2019.

Puesta de sol.



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