sábado, 1 de diciembre de 2012

ENTRE VIAJE Y VIAJE: Recordar es volver. UNO.



ENTRE VIAJE Y VIAJE:

Recordar es volver

Francisco Alonso Crespo



Introducción: LUGARES Y TEXTOS



Cuando vamos de viaje y visitamos tantos lugares y monumentos famosos topamos a veces con inscripciones breves, muy bien elegidas y estratégicamente situadas: Sobre bloques de granito en el camino del Destierro, en el pedestal de la estatua de Ramón Llull, en la fachada del ayuntamiento de Mijas, al pie de la muralla en Cartagena, a la entrada del jardín botánico Marimurtra… Alargamos el cuello y leemos. Alzamos la vista para contemplar el conjunto y volvemos al texto.

Puede que estas inscripciones tengan una apariencia impersonal; pero para nosotros se convierten en algo muy personal. Su lectura hace que nos sintamos bien: en breves instantes nos pone en sintonía con el lugar al que hemos llegado, con su sentido y significado. Es como si los antiguos moradores de allí nos dieran la bienvenida.

Como ponerse a copiar los enunciados literales resulta complicado, hacemos la oportuna foto enfocando no sólo el texto; sino el marco general, incluidos los compañeros de viaje que, inquietos y curiosos, pululan por allí.


Hace tiempo que ha terminado el viaje. Estamos en casa y de repente nos apetece recordar. La pantalla del ordenador, o una de esas lupas de lector de vista cansada si son fotos impresas, nos permiten recuperar “talis cualis” la inscripción aquella situada al pie del monumento, a media altura en la fachada, a la puerta del jardín. Escudriñamos los detalles de la fotografía, leemos de nuevo el breve texto, contemplamos el lugar al mismo tiempo que evocamos los recuerdos personales, cada uno a su manera, y otros mil detalles. Entre viaje y viaje, en grata compañía y libres de cualquier incomodidad, revivimos los viajes ya realizados.
Al recordar, volvemos y nos quedamos un rato por allí.



1.

“Como la uña de la carne, así separándose van…”

-Si mueves la lupa sobre la fotografía conseguirás ver al fraile barriendo. Aparece al fondo; en el ángulo que forman el muro del monasterio y la fachada de la iglesia, a los pies de la entrada. Como ves, se trata del Monasterio de Cardeña, cerca de Burgos.

Si mueves la lupa verás al fraile...


El sol de este sábado de mayo ya está bastante alto y calienta con ganas. Acabo de llegar andando desde Burgos por el camino del destierro, del destierro del Cid, claro está. En la ladera de la derecha del camino (según se llega a la explanada del monasterio) hay un pequeño manantial oculto entre la maleza, que sólo algunos conocemos. Me he refrescado y me siento mejor. Tras ojear el panorama inmediato he preparado la cámara.
Muchos burgaleses se casan en San Pedro de Cardeña para sentirse (por un día y con corona real) como el Cid y Doña Jimena.



La boda ha terminado, la gente ya se ha ido hacia los coches dando vivas a los novios y el fraile, una vez más, barre y recoge el arroz para los pollos del monasterio. Como puedes ver la plaza se ha quedado vacía.


 Si aplicamos ahora la lupa aquí y ahí podremos leer las estrofas del Cantar de Mío Cid grabadas en esos bloques de granito erigidos sobre la franja de césped que conduce a la puerta de la iglesia. Bloques como éstos han sido colocados recientemente a lo largo del “camino del destierro”, con ocasión del milenario del Cid. Lo sé porque procedo de Burgos, precisamente de las “tierras del Cid”, y recorro partes de este camino cuando me apetece.
Poema del Cid

Los breves textos aparecen dos veces: en la escritura original del amanuense y en letra moderna impresa:

Llamavan a la puerta e sopieron el mandado


¡Dios qué alegre fue el abbat don Sancho!


Con lumbres e con candelas al corral dieron salto


Con tan gran gozo reciben al que en buen ora nascio.




Lorando de los ojos, que non viestes atal,


Así s´parten unos dotros, commo la unna de la carne.


Mio Cid con los sos vassallos penssó de cabalgar,


A todos esperando, la cabeça tornando va.



Los versos del Cantar (Per Abbat lo escribió hacia 1.207, reinando Alfonso VIII; el Cid había muerto en 1.099) consiguen que visualicemos los hechos y los sentimientos como no lo haría el mejor cineasta de hoy. Tenemos aquí dos estrofas. En la primera las palabras se alargan; en la segunda, se mueven intranquilas como los cascos de los caballos a punto de partir, y son más cortas. La llegada se prolonga en la noche, todos la disfrutan; pero la despedida, de madrugada, es nerviosa, todo se precipita entre lágrimas furtivas y palabras agudas.

Fuente escondida


Esto de los bloques con los textos del Cantar es una buena idea. Desde que están ahí, leo los versos siempre que voy, y avanzo de otra manera (con otro sentimiento) hacia la iglesia, cuya puerta suele estar abierta. De hecho el “corral” al que sale el Abad don Sancho (al saber que llega el Cid, ya de noche) estaba ahí mismo, cuando aún no se había construido este edificio más moderno que tenemos a la izquierda de la foto.
Fachada del Monasterio

En la foto no aparece la puerta de la tienda que llevan los propios monjes. Queda justamente a la izquierda. De haberme colocado un poquito más atrás, la foto recogería el comienzo del muro, y por consiguiente la puerta de la tienda, y tal vez algo de la fachada del monasterio.

Entro en ella tras sacar las fotos y, en la penumbra, miro los precios de las cosas. No sé por qué me fijo sobre todo en las botellas; en la del licor “tizona” que elaboran los propios frailes, y en un juego de tres (tinto, blanco y clarete) que van en un estuche con asa. Me empeño en dividir por tres para saber a lo que sale cada una. Es una manía parecida a la de contar los apóstoles en la portada del Sarmental cuando subo por la escalinata. Manías. Detrás del mostrador hay un fraile gordo que me ignora mientras habla con otro que se mueve en la trastienda. El del mostrador comenta una cuestión de dirección espiritual de mujeres, con una implícita carga erótica de grueso calibre. Miro su expresión y pienso: “Joder, aquí el que no se contenta es porque no quiere”. Sigo invisible para ellos. No les falta la psicología del tendero y saben que no tengo intención de comprar absolutamente nada (sé que tengo el aspecto de los que miran y no compran). He venido a pie por Cortes y pienso volver a pie por Carcedo y Cardeñadijo. Sólo me faltaba cargar con el tizona, o el juego de botellas de tinto, blanco y clarete, o el tríptico pseudobizantino de la Virgen del perpetuo socorro…


Iglesia gótica

Dejo la tienda y avanzo hasta la iglesia, entro y me siento al fresco (me pongo la sudadera que llevo colgando, por si acaso). Pienso en la alegría del Abad don Sancho al recibir al Cid; en el dolor de la separación del Cid de sus hijas y de su mujer; en la fuerza y la ternura de “como la uña de la carne, así separándose van”… Esa era la transcripción escolar de los manuales, y recuerdo que, estudiante adolescente en un seminario, pensaba: “bueno, no es para tanto…”; pero sí, sí que lo es. Per Abatt omite las tiernas palabras del joven padre al despedirse de sus dos hijitas; pero pudieron ser parecidas a las que el experto en tiernos afectos, Ramón Llull, escribiría algo más tarde: “Ojos de mis ojos, pensamiento de mis pensamientos, amor de mis amores, aliento de mi vida…”.


Fco. Alonso Crespo
Tres Cantos


Continuará: 2. “Amor es aquel.la cosa qui…” (Ramón Llull)









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