Puerta de la muralla |
URUEÑA, la Villa del Libro:
“Silencio, se lee…”
SEGUNDA PARTE
Tres Cantos, Invierno de 2013.
En la primera parte visitamos y “desciframos” los enclaves próximos a Urueña, la Villa del Libro. Recordemos que dimos la vuelta a las "metáforas de la lectura": de lectores que se sienten "viajeros" curiosos pasamos a ser viajeros "lectores" de sus monumentos, dotados gran mérito histórico y artístico, y de notable encanto. En esta segunda parte transitamos, que ya es hora, por la Villa del Libro, visitamos sus librerías y pequeños museos, y contemplamos la Tierra de Campos desde lo alto de la muralla que construyó nuestra infanta doña Sancha, la hija mayor de la reina Urraca, allá en el remoto siglo XII.
La Urueña histórica se asoma casi intacta a la modernidad desde el túnel del tiempo.
La imagen del castillo que aparece en los antiguos manuales, de cuando se inventó la fotografía, no es muy diferente de la actual. Castillo y muralla presentaron durante siglos ese aspecto renegrido tan característico, como de inmensos montones de cantos rodados a punto de desmoronarse. Pero se mantuvieron en pie. Para bien o para mal cumplían una función. Hoy, con mejor aspecto, son parte esencial de la imagen vigorosa de la villa, de su legibilidad física, contiguos a enclaves y monumentos de gran interés, contemplados por gente interesante que se ha afincado en la localidad, balcones de panorámicas notables e inolvidables en una tarde nublada de abril, el día de mi viaje.
Calle de Urueña |
Me han comentado gentes de la zona que la Junta de Castilla y León se ha empleado a fondo en la rehabilitación de la villa; personajes interesantes y conocidos por sus méritos artísticos como Joaquí Díaz, Amacio Prada y Luis Delgado hace tiempo que han recalado en su recinto; se han instalado algunos talleres y estudios, museos y fundaciones, dos casas rurales, y libreros y más libreros. Como dice su alcalde, Urueña encierra entre sus murallas etnografía, música, tradición, cultura editorial y nuevas iniciativas que la convierten en la primera Villa del Libro de España, sin olvidar el calor de sus gentes, el sabor de sus calles medievales y la nobleza de sus monumentos, “y con una de las mejores puestas de sol de todo Valladolid”.
Todo ello tiene un “efecto de llamada”. La verdad es que a Urueña no le falta historia y tampoco geografía pues equidista de Toro, Tordesillas, Medina de Rioseco, Benavente, Valladolid y Zamora. Gracias a la autovía próxima está bien comunicada con las largas distancias. Aparecen viajeros de paso como nosotros, visitantes encantados de la vida y dispuestos a admirar las nuevas iniciativas.
Tal como nosotros hicimos, se puede comer en el corro de San Andrés y dedicar el tiempo de sobremesa a pasear por la calle Real, desde la puerta de la Villa a la del Azogue. Nos podemos asomar a la plaza mayor y recorrer las calles de Cuatro Esquinas, Costanilla, del Oro y el corro de Santo Domingo, todo ello sin abandonar el recinto amurallado y localizando cada una de las numerosas librerías, Alcaraván, Alcuino Caligrafía, etc. Nos apetecerá asomarnos al valle de la ermita por la puerta de la Villa, que da al sur, al abrigo de la inmensa muralla que, no obstante, no pudo ampararnos de la llovizna que caía en aquellos momentos, el día de mi visita. Si es en abril, el campo estará todo verde, como corresponde a una tierra de cereales.
La prehistoria de estos enclaves nos traslada hasta los primeros asentamientos vacceos (“ur” significa agua; “onna”, fuente o arroyo). En la ladera del cerro existe desde la antigüedad un manantial de aguas limpias del que se fue surtiendo la población a lo largo de los siglos. Enorme trabajo supuso durante generaciones y generaciones, hasta los años 50 del siglo XX, el acarreo del agua, cuesta arriba, desde el manantial hasta las casas. “Ur”, agua, más que un artículo del que presumir, debió ser siempre un gran problema para los de aquí.
Por el corro de Santo Domingo se llega frente al castillo y el “lavajo”. El “lavajo” -charca de agua de lluvia que raramente se seca, según el diccionario- ha sido ahora recuperado al pie de la muralla de forma simbólica y aséptica. Antiguamente más que una solución tal vez fue una fuente de problemas añadidos de insalubridad. Hoy aparece como el símbolo de un oasis en lo alto de la paramera.
Santa María del Azogue |
Sin embargo Santa María del Azogue no es fácil de “leer”
Por la calle real y dejando a nuestra izquierda la Casona (edificio en el que Joaquín Díaz “ha sentado sus reales”) llegamos a Sta. María del Azogue (situada junto a la otra puerta de la muralla, al norte). Tiene ábside gótico y una nave renacentista. “Se aprecia una reforma barroca incompleta”, tan incompleta que contribuye a un conjunto que me pareció muy despropocionado. Si su cuadrilla de constructores tenía un plan, no lo pudo llevar a cabo. Da la impresión de un inmenso almacén, con dos inmensos arcos de medio punto en piedra que en sí son admirables, pero a los que les falta un conjunto adecuado: ¿Dónde están las naves y bóvedas de estos arcos? En lo alto del coro y camino del campanario aparece una escalera de madera obscura que me recordaba la del “Edificio”- biblioteca del Nombre de la Rosa (novela y film), levantada en el vacío, con un aspecto tan precario que daba vértigo sólo pensar en trepar por ella. En fin, abundando en nuestra metáfora, si el texto es caótico y no responde a un plan, hace casi imposible una lectura coherente. Su autor merece un buen tirón de orejas.
Las fundaciones y pequeños museos “con encanto” ubicados en Urueña, así el de instrumentos musicales de Luis Delgado, nos abren sus puertas; pero pendientes del reloj, nos escabulliremos para vivir los momentos más esperados del viaje: el paseo por el adarve de la muralla para contemplar a media tarde la inmensidad de la Tierra de Campos, “con una de las mejores puestas de sol de todo Valladolid”, como ya sabemos que dice su alcalde.
Panorama de la Tierra de Campos desde la muralla |
El día de mi visita el panorama era espléndido: la llanura, los campos verdes, el sol intentando penetrar entre las nubes, el juego de la claridad y las sombras sobre los sembrados. La línea del horizonte se perdía en la inmensidad de la Tierra de Campos. A los pies de la muralla, extramuros, hay un sendero que se advierte muy frecuentado. Durante siglos los campesinos y lo señores de rango lo habrán paseado en el buen tiempo para contemplar atardeceres similares al que nostros estábamos contemplando, mientras sus mujeres y criadas subían la cuesta con los calderos de agua. Ante estas puestas de sol en el siglo XII, la Reina Urraca y su hija mayor Dña. Sancha darían vueltas a los asuntos de estado en un reinado que fue tormentoso pues a la Reina Urraca no se lo pusieron nada fácil, sobre todo los gallegos del conde de Traba y del Arzobispo Gelmírez. Aquí Urraca confiaría a Sancha los secretos de su segundo matrimonio con Alfonso I de Aragón, que desde el principio fue también tormentoso y que acabó al primer año como el rosario de la aurora. Puede que aquí Dña. Sancha, que contaba entonces con 19 años, tomara la poco frecuente decisión de no casarse. (Recordemos que nuestra infanta ni se casó ni se metió a monja; que fue soltera y orientadora). Por este mismo adarve ya en el siglo XIV pasearía al atardecer Pedro I el Cruel, no con su esposa Blanca de Borbón a la que dejó plantada a los tres días de casados; sino con su amor permanente, María de Padilla, “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo” según la Crónica de la época. Según mis cálculos se debieron conocer cuando eran unos mozuelos de 17 años. La enigmática psicología de Pedro debió ser un caso aparte. Ella, a quien Pedro mantenía en Urueña medio secuestrada, procedía de la merindad de Castrojeriz y al morir fue enterrada en las Clarisas de Astudillo, antes de ser incinerada en la Catedral de Sevilla donde ahora descansan ambos amantes.
Fray Virila, lector en Urueña |
Fray Virila lee y Alcuino escribe
Virila, monje en el monasterio de Leire que vivió entre los años 870 y 950, tiene en Urueña un hermoso bajorrelieve. Schiacciato, dicen los italianos desde Donatello. Exactamente, en el corro de San Andrés. Aparece soñando ante un libro y así se desvela el misterio: A Virila se le pasó el tiempo en un instante, nada menos que 300 años, porque estaba leyendo y escuchando música frente a la ventana del jardín (cantaba un jilguero) –tres placeres delicados. Por eso aquí, en la ciudad de los libros, tiene su icono.
Muy cerca está la librería Alcaraván que regenta Jesús desde hace 20 años. Fue el primero en instalarse en Urueña. Ahora que Urueña es Villa del libro desde hace dos años resulta evidente que Jesús cuando llegó, como los monjes cordobeses de San Cebrián y la cuadrilla de canteros catalanes de La Anunciada, tenía un plan.
Todo empezó en Gales en 1961, según podemos leer en internet. Richard Booth, un joven de 23 años, recién licenciado en Historia en Oxford, compró las ruinas de un castillo para crear una librería, en Hay-on-Wye, apacible localidad a orillas del río Wye. Cuando comenzó a convertir las casas abandonadas en librerías, los vecinos predijeron que no duraría ni tres meses: -“Nadie lee libros en Hay”. Fue un éxito (37 librerías en un pueblo que no llega a 2.000 habitantes). Hoy hay en Europa 22 villas del libro; y también en Japón, Canadá, EE.UU., Malasia, etc.etc.
Si Virila tiene un “schiacciato” en el corro de San Andrés, Alcuino tiene una librería/taller en la calle Nueva, “Alcuino Caligrafía”.
Alcuino de York vivió casi un siglo antes que Virila, aunque parezca mentira, exactamente entre los años 735 y 804. Con ellos retrocedemos tal cantidad de siglos en el friso de la historia que los tiempos de doña Sancha se nos aproximan a la semana pasada. Pero en la Villa del Libro si uno representa la lectura el otro representa la escritura. Alcuino, erudito y pedagogo anglosajón, fundó la Academia Palatina e inició la recuperación y preservación de los textos antiguos en la corte de Aquisgrán, previo un encuentro con el emperador Carlomagno en 781 (coincidieron ambos en Parma con ocasión de un viaje). Escribió diversos tratados, uno, “De Orthografía” y, sobre todo, dirigió la copia y caligrafiado de los textos antiguos. De ahí que se le haya asociado a la caligrafía a través de los siglos. Hoy tal vez hubiera fundado un taller de escritura para ese fin. Además son famosas sus cartas, algunas dirigidas al emperador para “cantarle las cuarenta”. Se conservan más de dos centenares y son valiosas fuentes de información sobre la vida en aquel tiempo. Paradojas de la historia: las cartas de doña Sancha, escritas cuatro siglos después que las de Alcuino, no se conservan (que yo sepa). No obstante y aunque la relevancia cultural de ambos no sea comparable, y cometiendo la osadía de saltarnos cuatro siglos “así como así”, recordemos, por el afecto que ya le hemos tomado, que también ella, a imitación de Alcuino, fue consejera de reyes y pedagoga (“tenía grande e saludable sentido del consejo”), y amante de los viajes y del intercambio epistolar.
“Alcuino caligrafía”, “Alcuino scriptorium” en Urueña nos ofrecen los recursos del noble arte de los “pendolistas”. Pergaminos de Pérgamo, papiros de Egipto y Etiopía, plumas de ave, cálamos de bambú, tintas de variados colores, pinceles de borde ancho, finas acuarelas… Escritura gótica, caligrafía carolingia, caligrafía antigua, escritura mayúscula romana y otras “fuentes”… (No mencionan la humilde caligrafía americana. No será porque le dedicáramos pocas horas de práctica en el colegio: -“Ahora toca media hora de caligrafía americana”). Cuadernos para la educación del gesto gráfico; de tratamiento de grafías y disgrafías. En fin, escritura como caligrafía y como composición de textos. Taller de escritura…
Las alforjas dan paso a los medios informáticos.
Volvemos de Urueña con un renovado par de alforjas: la lectura y la escritura. Hay quien sostiene que ambas actividades son complementarias y que leer nos lleva, debe llevarnos, a escribir. Leer es descifrar y escribir es expresar: la comunicación es ese viaje de ida y vuelta. Claro que si “leer letras en una página no es más que una de las muchas formas de leer”, escribir letras en una página no será más que una de las muchas maneras de escribir… Escribe el que dibuja, el que toca un instrumento musical, escribe el labrador cuando ara, escribimos con nuestros pies sobre la nieve (pasos cortitos y rápidos cuando va, relajados cuando vuelve el monje de “El nombre de la rosa” de U. Eco)…
No obstante, si bien disponemos del hábito de la lectura, el de la escritura, el de la escritura convencional de Alcuino, se nos resiste un poco; como el de hacer gimnasia por las mañanas. En nuestro descargo es preciso decir que si bien la informática nos resuelve los pequeños problemas de escritura, el plantear la escritura en todo su alcance, por ejemplo tal como la modelan Flower y Hayes (“Plans that guide the composing processes”, en “Writing”), y mantener todas esas pelotas en el aire como hace el malabarista, es otro cantar. Tener delante los materiales esparcidos por el suelo no es suficiente; como los monjes cordobeses y los canteros catalanes necesitamos un plan. De no ser así el texto resultará algo caótico.
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"Lo que se sabe sentir se sabe decir" |
"Lo que se sabe sentir se sabe decir" (Cervantes)
Afirma Cervantes en El amante liberal: -“Lo que se sabe sentir se sabe decir”. La frase me deja pensativo pues tal vez apunta al nudo de la cuestión. Según esto, la escritura no tendría por qué ser complicada: lo que se sabe sentir se sabe decir. Ya contamos con excelentes recursos informáticos (el libro digital se hace cada vez más presente) como complemento de los convencionales, y están muy bien; pero los procesos personales implicados en la lectura y la escritura siguen siendo imprescindibles, la imaginación, la motivación, la planificación, las estrategias…
Vamos ya de vuelta hacia Madrid, destino Tres Cantos. El sol sale donde y cuando las nubes le dejan. Mi compañera de viaje, Antonia, me señala el arco iris que se levanta a nuestra izquierda entre las nubes y sobre los sembrados que verdean en la meseta castellana. Intentamos sacarle una foto con la cámara digital; pero no hay manera. El arco iris es poco intenso y la cámara no lo capta.
Antes de salir de “Alcaraván” he preguntado a Jesús, el librero, por un libro que viene reseñado en una revista profesional que envían a casa. El título es “Anochece y aún no he leído todos los libros”. No he podido verlo; pero a falta de más información bien se puede decir que el título es un libro en sí. El autor lo presenta con las palabras de Montaigne: “Los libros son la mejores provisiones que he encontrado para este viaje de la vida”.
Por lo que se ve, aquí todos vamos de viaje.
En fin, hemos llegado a la parada final y toca despedirse: -Anochece y aún no hemos leído todos los libros; anochece y aún no hemos escrito todo lo que sabemos sentir y sabemos decir.
Bibliografía:
Manguel, Alberto (2005): “Una historia de la lectura”, Ed. Lumen.
Gelb, J.J. (1976): “Historia de la escritura”, Alianza Ed.
Menéndez Pidal: Historia de España, V. IX, pág. 429.. Ed. Espasa Calpe.
Puente, Ricardo (2002): La iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote. León:Ed. ALBANEGA.
Chrónica, en “El monasterio cisterciense de La Espina” de Ricardo Puente. Ed. ALBANEGA. León, 2002. Los detalles sobre Dña. Sancha proceden de este autor y de la Historia de España de Menéndez Pidal. Las “hipérboles” son mías.
Flower & Hayes (1983): “Plans that guide the composing processes”, en Frederikson & Dominic (Eds.): Writing. Hillsdale, NJ: LEA. Estudiando a escritores expertos nos muestran un modelo a seguir por los escritores “novatos”.
Trapiello, Andrés (2004): “Las vidas de Miguel de Cervantes”, Biblioteca ABC.
Fco. Alonso Crespo
Tres Cantos, Invierno de 2012/13.
Murallas de Urueña en la lejanía |
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