Comarca de Albarracín:
rodeno, agua y arte rupestre.
Texto: Fco. Alonso Crespo
A principios del verano pasado recorrimos la Comarca de Albarracín. Caminando por sus sendas pudimos contemplar los tres elementos que aún conservan en esta comarca el carácter de lo primitivo y lo ancestral (y que la hacen diferente y única): el rodeno, el agua y el arte rupestre. Las fotografías incluidas en estas páginas recogen instantáneas de nuestros excursionistas inmersos en la atmósfera casi mágica de esos elementos: remontando el barranco del Cabrerizo y ante un pequeño manantial, ante las pinturas de los “toricos” del Navazo, ante la cascada de Calomarde, paseando por la ciudad de Albarracín y sobre el aljibe de Ródenas.
No todo fue sobrevivir a los tropiezos y sofocos de los atajos y escaleras empinadas; también disfrutamos del Parador de Teruel, como ciudadanos acomodados, y del ambiente de una mañana de domingo de las de antes en Orihuela del Tremedal, y de otras pequeñas alegrías que me propongo contar.
En la Sierra de Albarracín, durante el invierno un manto de nieve lo cubre todo por encima de los 1.500 metros pues se producen nevadas persistentes de diciembre a abril. A principios del verano, en nuestro sábado 27 de Junio, esto es, cuando nosotros avanzábamos por el Barranco del Cabrerizo, para llegar al Abrigo de los Toricos del Prado del Navazo, el paisaje era otro: por momentos húmedo y vistoso; por momentos, seco y desabrido.
Sierra de Rodeno |
Allí el rodeno de los peñascos, el verde de los pinos y praderas, el intenso azul del cielo y el reflejo fugaz del agua forman “un paisaje extraño, irreal, casi onírico” y maravillosamente caótico. En abrigos y lugares dispersos la presencia humana primitiva se revela a la mirada del senderista en pinturas rupestres que pueblan de espíritus aquellos lugares. Lo dicho: rodeno, agua, arte rupestre. Estas esencias crean “parajes con encanto” en que “uno puede perderse y olvidarse”, o divagar evocando las leyendas y las historias de que hacen gala los habitantes de la comarca.
Lo de perderse por allí no es sólo una metáfora pues orientarse en esta comarca tiene su dificultad. Con decir que en ella nacen varios ríos que bajan por vertientes distintas (hacia el Mediterráneo o el Atlántico) está dicho todo: La Comarca de Albarracín (Sierra de Albarracín más Montes Universales y territorio interpuesto) es un espacio geográfico no muy extenso; pero realmente complejo.
Ni siquiera sobre el mapa es fácil hacerse una idea. Por ejemplo, no es fácil situar el nacimiento y recorrido de esos ríos famosos como el Tajo, el Cabriel y el Guadalaviar, de otros ríos subalternos como el Garganta y el Gallo, de otros modestos como el de la Fuente del Berro, y no digamos de los que no pasan de arroyos o ramblas pero que son fundamentales para senderistas y turistas accidentales como nosotros. Alturas (de hasta 2.000 metros) y valles, peñascos y barrancos, abrigos y voladizos, laderas y prados, ríos y arroyos son los mimbres con los que esta comarca teje su orografía; pero sin atenerse a pautas claras. -¿Que no se harían ustedes una idea cabal a primera vista? –Pues yo, tampoco.
Es un espacio geográfico tan complejo que no es extraño que en otros tiempos fuera refugio de pastores del neolítico, nativos prerromanos, moriscos fugitivos, guerrilleros antifranceses y partidas de carlistas ultramontanos. Hubo por aquí hasta maquis antifranquistas, lo que indica que la tragedia civil tuvo un profundo eco en estos rincones, tal como lo evoca el relato de Ramón J. Sender , ambientado en estas tierras aragonesas (alusión esta que surgió en nuestra memoria al hilo de las perdices en adobo que comimos en Bronchales el domingo a mediodía, perdices en adobo que adoraba el Mosén Millán del relato –léase Antonio Ferrandis en el film ).
-¿Que qué es el rodeno? Pues el rodeno en la Comarca de Albarracín (y sólo en esta Comarca) es un color, entre rojo y marrón, y un pino resinero de corteza rojiza y agrietada, y una roca arenisca formada por arcillas ricas en hierro, y un paisaje, y el nombre propio de una región (“Paisaje protegido de los Pinares de Rodeno”). Ese tipo de roca arenisca forma figuras fantasmales en lo alto de los peñascos, y con esa misma roca arenisca los habitantes de la zona consiguen ese yeso rojo de vino que cubre las fachadas de las casas. Sin embargo la palabra “rodeno” no aparece en mi Diccionario Enciclopédico Universal: ¿Cabe mayor prueba de su carácter primitivo y ancestral?
Fuente junto al sendero |
La caminata por el Barranco del Cabrerizo, programada por Luis Romero para la mañana del sábado y como primera actividad de la excursión, no era larga. Sólo algunos kilómetros; pero, pasado el primer tramo, no resultó fácil, con frecuentes tropezones y el calor aumentando a cada paso, al igual que la dificultad del sendero.
-¿De dónde procedías, agua maravillosa y fresca de aquellas dos fuentes que brotaban en sendos rincones del sendero, la primera, Fuente de la Cruz, más generosa; la segunda, Fuente del Cabrerizo, más escuálida? Sin duda, de las nieves invernales y de algunas lluvias de la primavera.
En torno a ellas, los más rapidillos tuvieron tiempo para descansar; nosotros, los rezagados del momento, apenas si pudimos recuperar el aliento (¡Una vez más, el “Mattew effect” !…).
La meta, como hemos dicho, eran los abrigos con pinturas rupestres. En algunos casos tocaba adivinar las figuras; en otros admirar y hasta considerar verosímil que los hombres de neolítico fueran capaces de trazar aquellas siluetas tan perfectas de los animales. Sus dibujantes eran grandes dibujantes. Los abrigos de arte rupestre de esta zona fueron declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1998. Hoy se encuentran protegidas de forma aceptable y gozan de reconocimiento general. Por eso nos molestamos en llegar hasta allí a pesar del intenso calor.
Esquema de las pinturas |
Pintura rupestre |
-¿Qué impulso creativo movía a aquellos admirables “grafiteros”? ¿Dejar una huella indeleble que poblara de mamíferos mansos aquellos parajes ocultos en el silencio de las nevadas invernales y en el bullicio del verano, por la noche y por el día?
Nos movíamos ya, en aquel mediodía cada vez más caluroso, en el Paisaje protegido de los Pinares del Rodeno. Comida en el campo: -¿Puede llamarse lugar de descanso, o de acampada o merendero un lugar sin agua como EL recreativo del Navazo? -En los mapas, puede; en la realidad, y con el calor del verano, no puede: ¡es un verdadero palo!
Y es que el agua tiene una presencia desconcertante en esta compleja comarca. En unos sitios mucho, en otros nada. Las precipitaciones van desde los 1200 litros/año de las zonas de cumbres hasta los 530 de Albarracín. Insisto, en estas sierras podemos encontrar territorios muy húmedos y muy secos. Estos contrastes se agudizan en verano, como es natural.
Cascada de San Pedro en el río Cabriel |
La tarde, que ahora ya avanzaba un poquito más ligera pues habíamos descansado en “el recreativo”, nos reservaba gratas sorpresas respecto al tema del agua. En este tramo de nuestro viaje pudimos contemplar cascadas, arroyos semiocultos bajo la enramada, vallejos verdes con acequias y árboles frutales. Bien es verdad que al día siguiente constataríamos también la importancia de los aljibes en los lugares secos, y la presencia de tremedales, ramblas y lavajos, todos ellos como resultado de lluvias accidentales. Se diría que las aguas de aquí son como nuestras vivencias. Unas fluyen, otras se despeñan y otras permanecen estancadas; unas corren regularmente, otras sólo son ocasionales; unas afloran, otras las sientes bajo los pies cuando te aventuras sobre los temblores del tremedal, y otras permanecen en el fondo de las dolinas. En invierno toda esta “psicología acuática” (?) late bajo el manto de la nieve. En verano, ¡uf en verano! ¿Qué les voy a contar?
Cascada de Calomarde |
Si la Cascada del Molino de San Pedro, en el río Cabriel, causó admiración, la Cascada de Calomarde (en el río de la Fuente del Berro) fue la apoteosis. No me esperaba ninguno de estos dos esplendores. Las fotografías hablan por sí solas. Los rayos del sol y el reflejo del agua lo inundaban todo, oquedades, pozas, simas, vegetación y pasarelas. Y en medio, Ana como una santa aparición. Hubo molinos, corriente abajo de ambas cascadas, “como un medio de aprovechar la energía natural”. Hoy sólo permanecen algunos restos de los cauces, mimetizados en el relieve o semiocultos en la vegetación. Cuidados carteles informativos ilustran al visitante sobre la función, historia y estructura de aquellos antiguos ingenios.
Ana |
Atardecía y estábamos llegando a ALBARRACÍN.
Albarracín es, sobre todo, una ciudad musulmana y medieval; especialmente, musulmana. Tiene catedral y palacio episcopal; pero sobre todo tiene alcazaba, murallas y Torre y Puerta del Agua. Ocupa un meandro que también es monte encajado en el río Guadalaviar. Aunque, como dice el prospecto turístico, “su mayor reclamo son sus callejuelas empedradas y empinadas, los balcones y voladizos, el color rodeno de sus casas y las maravillosas vistas que regala desde el envidiable emplazamiento que ocupa… Callejear por Albarracín es descubrir siempre un rincón nuevo, una casa con algún detalle…”
Muralla de Albarracín |
Albarracín, por su situación y su proximidad al agua, no presenta piezas en blanco en el friso o “puzle” de la historia ni de la prehistoria. Y con ella la Comarca de la que es capital (Teruel es una superestructura sobrevenida). Como tal fue el epicentro de los movimientos ya mencionados: los asentamientos prehistóricos con sus pinturas rupestres; el mundo romano con vestigios como la “terra sigilita” y el acueducto entre Albarracín y Cella; la presencia musulmana que se sigue notando en todo; el dominio cristiano desde 1170 a manos de los Azagra; pero que cuenta con la presencia de los llamados mudéjares primero y moriscos después (tras su conversión forzosa) hasta su expulsión en 1610; la guerra de sucesión a comienzos del siglo XVIII, la guerra de la Independencia en el XIX, “de funestas consecuencias para la comarca, pues las tropas francesas destruyeron telares, herrerías y demás medios de producción que servían para lograr el sustento de la población”; las partidas carlistas en la sierra agreste y la presencia de los maquis o guerrilleros antifranquistas en los parajes próximos a Jabaloyas (como hemos apuntado más arriba).
Rincón en Albarracín |
En Albarracín parece que no hace mucho abundaban las casas en ruinas; pero hoy es un enclave restaurado de forma cuidadosa. Moverse por la ciudad y descansar en su Plaza Mayor bebiendo el agua de su fuente resultó para nosotros un pequeño placer maravilloso. Yo no la conocía y el tiempo de estancia se me hizo muy corto. Me quedé con ganas de volver.
Siguiendo el curso del Guadalaviar que más adelante se llama Turia nos dirigimos al Parador de Teruel, donde cenamos y pasamos la noche. De repente cambiábamos los atuendos y hábitos de senderistas por los de ciudadanos acomodados. El rodeno, las pinturas rupestres y el agua; las sendas de los barrancos, los bosques de sabina enana y los balcones de hierro forjado daban paso a parterres de cuidado césped, ascensores, colores pastel en los salones, alfombras diseñadas por ordenador, persianas con mando a distancia y otras muestras de confort. Nada que objetar. Nos sentimos muy a gusto y bien atendidos en el restaurante, que era un salón amplio, iluminado por vistosas lámparas. Hicieron bien los que pasearon la copiosa cena hasta la ciudad de Teruel. Los demás no la paseamos; pero la velamos.
Castillo de Peracense |
La mañana del domingo nos llevó a recorrer castillos inexpugnables, pueblos llanos, aljibes sorprendentes y templos barrocos. -¿Que cuáles son los nombres propios de esta media jornada? -Peracense y su castillo; Ródenas con su iglesia, su aljibe único y aquella señora tan antipática de las llaves de la parroquia; Orihuela del Tremedal con la iglesia barroca más hermosa que he visto (para decir de una iglesia barroca que es hermosa, mucho ha de serlo), su tremedal y la noticia de que ese famoso periodista de la cope es oriundo de este pueblo, hijo de la maestra, para más señas (este detalle me lo precisó José Luis Paradinas, que me precisa casi todo menos los latines); y Bronchales con una perdiz en el menú proclamado por Cristóbal que fueron dos (¡Ay las perdices en adobo que adoraba el Mosén Millán del relato de Ramón J. Sender!)… éstos son los nombres propios de esta intensa media jornada de nuestro domingo 28 de Junio.
Aljibe de Ródenas |
Visitábamos, pues, la zona de la Comarca que es más árida, donde el agua no abunda o no llega. Por eso nos impresionaron los varios aljibes escavados en la roca del castillo de Peracense, uno de ellos restaurado como modelo de lo que fue; y sobre todo el aljibe de Ródenas, aljibe verdaderamente destacable por su forma y tamaño, por su autenticidad y por su ubicación con el fin de recoger las aguas de la ladera del monte, también de arenisca de rodeno. El ingenio de su construcción, el cuidado del agua, el aprovechamiento de la roca reflejaban la sabiduría secular de sus pasados habitantes, especialmente los árabes: aljibe: al-yibb, el pozo.
Como se nos explicó en el Centro de Interpretación del PARQUE CULTURAL DE ALBARRACÍN (en Ródenas), la piedra de rodeno, la madera de pino, la forja de la que hacen ostentación las casas en sus balcones y aldabas y el yeso rojizo son los elementos de la arquitectura popular de la comarca.
El particular esplendor de las poblaciones de esta región pudo llegar en los siglos XVII y XVIII, cuando la ganadería, especialmente el ganado lanar trashumante, adquirió gran importancia económica. De ello es una muestra indirecta la arquitectura monumental de esa época tanto civil como religiosa. Estos grandes edificios fueron construidos según el estilo imperante en las urbes, lejos de los modos rurales; como suele ser habitual. Ahí siguen proclamando otros conceptos, otros criterios de belleza, otra forma de sentir, otras relaciones de poder.
Lógicamente también visitamos estos monumentos si eran accesibles. Por eso, si empecé invocando elementos primigenios como el rodeno, el agua y las pinturas rupestres, quiero acabar invocando elementos más sofisticados como la organización del espacio, la amplitud y el juego de las bóvedas y cúpulas, y la luminosidad (¡aquella claridad tan apacible!) de la ya citada iglesia barroca de San Millán (1770-1776) en Orihuela del Tremedal. Dice acerca de ella el prospecto turístico: “Mantiene los esquemas característicos de la iglesias turolenses del siglo XVIII, con un hábil uso de la decoración y la luz. En las bóvedas de las naves laterales se ideó un escalonamiento ascendente conforme se aproximan al crucero, zona culminante de luz con la cúpula”.
Cúpula en Orihuela del Tremedal |
Admirable y luminosa organización del espacio que hacía que uno se sintiera bien allí dentro, sentado al fresco en aquel mediodía caluroso de verano, dando gracias a quien corresponda por tanta calma, mientras el personal nativo y foráneo transitaba o cuchicheaba con las imágenes, María Fernanda atendía en el móvil las llamadas de felicitación por su onomástica y don Paco observaba verdaderamente asombrado mis monerías espasmódicas con la cámara fotográfica. Sólo faltaba el potro tordo del relato (el potro de Paco el del Molino –léase Antonio Banderas en el film de Betriu) andando suelto entre los bancos del templo … Y, ya puestos, los toricos del Navazo rumiando semiocultos en las sombras de las naves laterales, apacibles y pacíficos … (en un alarde de imaginación verdaderamente inverosímil).
NOTAS:
Ramón J. Sender, 1950: “Requiem por un campesino español”, Ediciones Destino (Barcelona).
En el film de Francesc Betriu, Suevia Film, 1985.
Así es. En honor de la verdad debo decir que he consultado otros diccionarios y sí aparece en ellos.
“Mattew effect”: Ironías de la vida: “Y el que tiene poco (o llega tarde) aún lo poco que tiene lo perderá”. ¡Qué se le va a hacer!
Las primeras noticias publicadas sobre estos abrigos corrieron a cargo de E. Marconell hacia 1892 y los estudios que les dieron autenticidad corrieron a cargo de J. Cabré y del famoso abate Breuil hacia 1910-1911 (Internet dixit).
Oportuna, pues, el agua de las cantimploras, a la temperatura “del tiempo”, eso sí.
Ramón J. Sender, 1950: “Requiem por un campesino español”, Páginas 92-94. Ediciones Destino (Barcelona).
Tres Cantos, Verano de 2009.
Francisco Alonso Crespo
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