La ciudad como "escenario" de nuestras vidas.
La imagen de la ciudad.
Tres Cantos
(PRIMERA PARTE)
Francisco Alonso Crespo.
Bulevar en Encuartes |
La ciudad en la que vivimos es el "escenario" en el cual transcurre nuestro "tiempo”, es decir, el río de nuestras vivencias. La relación con el medio espacial en que se vive, la ciudad de Tres Cantos en nuestro caso, condiciona nuestra existencia mucho más de lo que parece. Nos referimos a sensaciones y emociones apenas conscientes; pero que son tan importantes en el ciudadano actual como lo fueron en el hombre primitivo, como lo fueron y lo son en el ambiente más natural, esto es, el ambiente rural; y, por supuesto, en el reino animal. Esta relación con el entorno ha sido llamada paradójicamente "la dimensión oculta" ("The hidden dimensión", Edward T. Hall).
Se dirá que “con la que está cayendo” y las prisas de la vida diaria no queda tiempo para reparar en estas sutilezas. Los columnistas serios hablan de temas más candentes y es comprensible; pero yo te digo, amable lector, que esta dimensión tiene raíces profundas. ¿No se dice que hay que recuperar valores perdidos? Pues aquí hablamos del valor más primitivo, de la relación primigenia con el medio en que se vive.
De esto quiero hablar: Sea cual sea nuestra condición, niño, joven, adulto o anciano, veterano o recién llegado, “la imagen de la ciudad” que construye cada uno de nosotros nos afecta doblemente. Esto es, nuestras representaciones mentales del espacio en que nos movemos, además de tener un lado práctico del que depende la supervivencia ya que permiten orientar nuestros movimientos, están cargada de un intenso significado expresivo, emotivo. En palabras de los expertos, “la imagen que cada uno de nosotros tiene de su ciudad, si es una imagen bien construida, contribuye a dar sentido a la existencia, la vivifica, y aumenta así la profundidad y la poesía de la experiencia humana”.
Avda Colmenar y fuente |
Los primeros vecinos de Tres Cantos, los pioneros, trabajaron por tener la ciudad que soñaban. Mónica Egea (“Estructura social”, en Tres Cantos, la ciudad y el territorio, 2011), socióloga y pionera ella misma, evoca aquellos tiempos en que flujos migratorios salen de la ciudad masificada y hostil, y deciden peregrinar a una ciudad nueva imaginada desde un urbanismo utópico e ideal: “Eran momentos en los que queríamos olvidar el tráfico de Madrid, respirar aire más limpio, tener mayor contacto con la naturaleza y que nuestros hijos pudieran jugar tranquilamente en la calle. Todo ello en el marco de un proyecto cooperativo, donde se producían reiterados encuentros para debatir sobre materiales, cuotas y nuevas formas de construir las soñadas viviendas y también el futuro”. Eligieron esta paramera y se sintieron protagonistas como fundadores de una ciudad, “un milagro que sólo a pocos hombres les es dado contemplar, sin asombro, mientras se produce” (Isidoro Valverde, 1993, otro pionero citado por Mónica Egea).
Ellos trabajaron entonces por convertir la paramera en ciudad jardín, por tener la ciudad que deseaban; y ahora ellos y nosotros, por desear la ciudad que tenemos.
En la medida en que Tres Cantos fuera visto simplemente como una enorme urbanización, como un barrio internamente indiferenciado, desorientadoramente informe, sin zonas identificables, sin contrastes... haría difícil el desarrollo de la imagen urbana en la mente del ciudadano... no sería imaginable y llevaría a la desorientación y el desasosiego. La identidad o visibilidad de la imagen iría decreciendo en su interior a medida que se va ampliando (¡Nuevo Tres Cantos!) hasta el extremo de resultar muy difícil la orientación como en las zonas periféricas de esas grandes ciudades "donde todo es igual". En cambio sería un auténtico logro conseguir una imagen vigorosa y poseer impacto visual para los ciudadanos que habitamos aquí.
Pero, ¡ojo!, para que esa experiencia de vivir en el entorno urbano sea gratificante y profunda la ciudad ha de tener determinadas condiciones y el ciudadano ha de poner algo de su parte (además de pagar el IBI y exigir una buena administración, que ya es decir): Su relación con la ciudad ha de ser interactiva; vivir activamente el medio urbano, aprender a mirar y a disfrutar, dotar de significado y hondura a los escenarios que transita. Ni que decir tiene que esta relación activa con la ciudad conlleva también el compromiso activo, político (“polis”, ciudad), con su desarrollo armónico y ecológico.
El lago en Otoño |
Por otra parte, la vivencia y representación del entorno, en nuestro caso, del entorno urbano, no vienen formadas solamente por sensaciones visuales. Intervienen todos los sentidos, la vista, y también el olfato, el tacto, la sensación de la temperatura, el oído y los fenómenos sonoros... y también las sensaciones "propioceptivas" asociadas a sentirse "bien", sencillamente, o por el contrario con una "sensación de incomodidad" difusa que nos "pone nerviosos".
Tal imagen o conjunto de representaciones surge de los elementos del entorno; pero se alimenta de los significados experienciales, íntimos y personales, históricos, simbólicos y culturales que la persona evoca, construye y asocia a dichos elementos. El sentido y significado que el individuo elabora de forma activa son parte sustancial de la imagen de la ciudad en la que vive.
Bueno, y qué decir de la curiosidad con la que seguimos documentales o programas de la TV como “Españoles o madrileños por el mundo”. Pues lo mismo: descubrir “lugares con encanto”, pequeñas ciudades, playas y pueblos lejanos, expresiones ideales de la Arcadia… ¡Ah, la ciudad soñada!
En La Toscana |
¿Qué tiene aquella Ciudad para despertar estas sensaciones tan intensas en sus ciudadanos?
Kevin Lynch, urbanista, nos sugiere la respuesta: Florencia es una ciudad que posee una imagen llena de vigor y carácter, una imagen inconfundible. El forastero que la visita tal vez considere al principio que esta ciudad es fría y aplastante y por ello reaccione de forma negativa ante ella. Aun así no podrá negar su particular intensidad y atractivo. Y añado yo, recordando aquella preciosa película “A room with a wiew”: y ya en el albergue procurará conseguir "una habitación con vistas"…
Veamos qué aspectos proporcionan a la ciudad de Florencia este carácter vigoroso y esta imagen inconfundible, "a vista de pájaro" y de la mano del famoso urbanista citado.
En primer lugar es preciso señalar que tiene una gran historia cultural, política y económica... y la evidencia visual de este pasado explica en buena medida el fuerte carácter florentino.
En segundo lugar, se trata de una ciudad que es muy visible, de modo que quien la transita puede organizar cuanto contempla de forma coherente y placentera.
El centro urbano tiene caracteres de fuerza casi avasalladora. Ahí están sus imponentes edificios de piedra coronados por profundos y característicos aleros, con sus muros sorprendidos por rejas de hierro, balcones y entradas como de cuevas. Y también están sus calles empedradas, de aspecto tan solemne como inquietante que constituyen las sendas que sigue el transeúnte camino de su destino.
En este centro histórico, barrio o región central, se encuentran muchos fuertes núcleos o cruces, las plazas, cuyas formas distintivas están reforzadas por su uso especial o su tipo de usuario.
Toda esta zona central está tachonada de hitos o mojones, los grupos escultóricos y fuentes, cada uno de ellos con su nombre propio y su historia. En el preciso centro de los movimientos de los ciudadanos sobresale el símbolo de Florencia, la enorme e inconfundible cúpula del Duomo. Esta y el campanile del Giotto a su lado constituyen un punto de orientación y referencia visible desde todos los sectores de la ciudad y desde varios kilómetros de distancia.
Los bordes de la ciudad son un conjunto de hermosas colinas, y la concavidad que forman hace que las colinas y la ciudad sean casi siempre visibles entre sí. Por el sur, el límite del campo abierto penetra casi hasta el centro de la ciudad estableciendo un nítido contraste.
Florencia. Desde el Ponte Vecchio |
Y por si fuera poco, el río Arno (con su Ponte Vecchio), senda y borde al mismo tiempo, atraviesa el conjunto y lo conecta con el paisaje más vasto.
Desde la terraza de una de las colinas más empinadas se tiene una vista "aérea" de toda la ciudad. Y más allá se divisan sobre otras colinas poblaciones separadas como Fiésole y Settignano.
Pues bien, como afirma Kevin Lynch con las formas nítidas y diferenciadas de esta ciudad, la gente puede establecer vínculos estrechos, tanto referidos a hechos históricos como a experiencias personales. Cada uno de estos escenarios se reconoce de inmediato y despierta un diluvio de asociaciones y sensaciones. Cada parte encaja con la otra. El medio visual se convierte en parte integrante de la vida de sus habitantes. "Parece haber un placer simple y automático, un sentimiento de satisfacción que surge de la simple vista de la ciudad o de la oportunidad de salir a dar una vuelta por sus calles", nos dice este mismo autor.
En una palabra. Florencia se aproxima al ideal de ciudad cuyas plazas, vías y rincones pueden ser los escenarios soñados de nuestras vidas: en cuyos espacios y alrededores cada uno de nosotros podría encontrar sus "rincones favoritos"'…
La verdad es que se trata de un texto académico, propio de un curso de urbanismo, o de “psicología del espacio” en mi caso. Como se ve hay psicologías para todo: psicología de la música, psicología de la vida cotidiana, psicología para tiempos de crisis, psicología del buen vivir… y también psicología del espacio, no del espacio sideral sino del espacio que transitamos. Y tiene su interés para pensar en nuestra ciudad. No somos florentinos; pero esta es nuestra ciudad, la que hemos elegido para vivir, y también ella ha de aproximarse “al ideal de ciudad cuyas plazas, vías y rincones pueden ser los escenarios soñados de nuestras vidas: en cuyos espacios y alrededores cada uno de nosotros podría encontrar sus "rincones favoritos"'… Podremos soñar con Florencia o con las ciudades invisibles de Italo Calvino; pero la gracia de Tres Cantos la hemos de encontrar en el aquí y el ahora.
La relación entre ciudad y ciudadanos es interactiva: La ciudad ha de ser para el ciudadano "imaginable", “legible": y el ciudadano ha de ser capaz de "leer y sentir visualmente" el "museo animado”, que es su ciudad. Cuanto más desarrolle esta capacidad, más enriquecida y profunda será su existencia y más deleite encontrará en el medio urbano en que se mueve.
Los urbanistas, arquitectos y políticos han diseñado a lo largo de la historia el espacio urbano, y deben seguir haciéndolo de forma adecuada. La ciudad ha de ser imaginable, legible... Pero la imagen que cada uno de nosotros tiene de la ciudad, es decir, la forma peculiar de verla y sentirla, de gozarla o sufrirla, depende tanto de sus elementos físicos y de su organización como de la elaboración mental que hace cada persona de los mismos. En realidad la imagen de la ciudad la construye cada uno. En este sentido podemos repetir aquel tópico de que somos nosotros quienes "ponemos las calles", nuestros lugares favoritos, la ciudad misma.
En realidad, cada ciudadano tiene una concepción o "cosmovisión" o imagen de la ciudad. La cuestión es que tal concepción o representación le sirva para anclar una existencia rica en vivencias en vez de arrastrarle a la monotonía o a la zafiedad.
***
Torre del agua |
En fin, ¿y qué decir de Tres Cantos?, ¿podemos aplicar lo dicho a un análisis, aunque sea somero, de nuestra ciudad?, ¿con qué "mimbres" construimos el "cesto" de la imagen de la ciudad?, ¿qué cualidades ha de tener la forma de la ciudad?
He superado las 1.500 palabras y debo dejarlo por hoy. Quedan por decir algunas cosas interesantes; pero ello nos remite a la segunda parte. Continuará.
Francisco Alonso Crespo
Tres Cantos, Octubre de 2012
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