martes, 30 de octubre de 2012

LA IMPORTANCIA DE LAS PAMPLINAS: Grato recuerdo de una excursión botánica.





LA IMPORTANCIA DE LAS PAMPLINAS

Grato recuerdo de una excursión botánica

Fco. Alonso Crespo.
 


Las pamplinas

¿Sabían Ustedes que las pamplinas son unas florecillas blancas de vida breve, propias de sitios húmedos?

Era la Jornada botánica en el Valle de la Fuenfría del Domingo, 1 de Junio de 2008, organizada por Aire Libre del Ateneo, con el apoyo logístico (incluidas las gaitas, el vino y los frutos secos) del Centro de Educación Ambiental de Cercedilla. El día ligeramente nublado mostraba la vegetación característica de una primavera lluviosa en todo su esplendor.

Nuestros sabios, Sole y José Luis, nos guiaban por los diversos senderos botánicos del valle mostrándonos la flora con mucha pedagogía, acá la retama, allá el aligustre, acullá el cinamomo, y aquel árbol, aquel elegante árbol, el serval blanco… cuando, señalando con el garrote unas flores diminutas en su medio silvestre, dictaminaron con precisión:

-Estas son pamplinas, plantas papaveráceas, de hojas pequeñas y flores blancas, propias de lugares húmedos, de carácter anual. Así la Stellaria media, utilizada en medicina y como alimento de pájaros.

Los asiduos a las excursiones botánicas anuales del Ateneo son personas de mucha ilustración (como el Alcalde de Pamplona: "el alcalde de Pamplona tiene mucha ilustración pues sabe tocar el xistu y también el acordeón") y no dieron apenas importancia a la aparición de aquel hermoso, casual e inesperado macizo de pamplinas. Por mi parte, si bien había reconocido con agrado las otras plantas (el cinamomo, por ejemplo, me evocaba aromas bíblicos), descubrí por primera vez éstas, las pamplinas, con emoción y curiosidad. Quedé sorprendido y perplejo ante el significado original de una palabra cuyo otro significado, el figurado, me era tan familiar y entrañable.


Parque de La Fuenfría en Cercedilla

“No me vengas con pamplinas”es una expresión familiar que allí no venía al caso, por mucha confianza que reinara en el ambiente.

Lógicamente, era cosa de consultar el diccionario.

El diccionario (que no se anda con pamplinas) nos pone al corriente con gran precisión: Pamplina: cosa de poca entidad, cosa de poca importancia (éste como sentido figurado y tras aportar el original: “planta papaverácea…”). Y añade: Pamplinero: que dirige alabanzas o cumplidos sin sentir realmente lo que dice. Pamplinoso: que gusta de que le gasten cumplidos, que hace aspavientos o melindres, zalamero. (Sigue con Pamplonica; pero evidentemente no hace al caso).

Las especies vegetales y animales han bautizado a sus criaturas con unos nombres que nosotros los humanos utilizamos con diversos significados, sorprendentes por su relación con el original. ¿Quién fue el primero en tener la feliz ocurrencia de calificar de pamplinas las disculpas de los niños cuando se hacen los remolones? Desde el siglo XIV tenemos el papamoscas en la catedral burgalesa. Pero los burgaleses, gente asímismo de mucha ilustración, sabemos (gracias a los carteles del Parque de Fuentes Blancas) que desde los tiempos del Arca de Noé tenemos también un pájaro, el papamoscas, que las caza al vuelo. Es el papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) para más señas, que las caza al vuelo con tanta habilidad que en tiempos era domesticado para librar a la casa de las moscas, y que revolotea en nuestras arboledas junto al herrerillo capuchino y el pájaro picapinos o carpintero los cuales se dedican a sus respectivos oficios, según su nombre indica.

Excursión botánica


La analogía, la metáfora y, de forma genérica, las comparaciones ingeniosas, bien pudieron estar en el origen de estos polisémicos. De la reina Dña. Urraca y de la urraca siempre se ha sospechado que tenían algo en común: que eran amigas de lo ajeno.

Debido a estos dobles significados hablamos, siempre con discreción, de pensamientos y pensamientos, de pamplinas y pamplinas... de pájaros y pájaros, de zorros y zorros, de zapateros y zapateros… y así sucesivamente. De este modo en las conversaciones, tanto si hablamos como si escuchamos, la imaginación de cada uno acude al significado que más le apetece, sin que se sepa qué significado elige cada cual en su fuero interno. Ello añade emoción a la comunicación entre humanos.

Analizando estas divertidas cosas nos entra la duda de si las pamplinas son como las palabras o las palabras son como las pamplinas; pero lo que sí sabemos es que “las palabras son como las cerezas”: de pamplina a pamema; de papamoscas a papanatas, paparruchas, papamóvil (disculpen, esta última cereza es de otra cesta)…

Por lo dicho hasta aquí, se impone la discreción y la cordura.

Así, siguiendo los consejos de aquel Gracián del siglo de oro, en el amigable trato obsequiamos a nuestras amistades con pensamientos, pamplinas o paparruchas, según lo requiere la ocasión. Igualmente somos discretos cuando decimos “mujer, los pensamientos de su hortus clausus activan mis lóbulos frontales (del neocórtex) y me recuerdan la brevedad de la vida”o cuando se dice “a este zapatero le falta un hervor”(no seré yo quien lo diga, obviamente; más bien diré “me gusta el zapatero al pil-pil”).

Con este sentido de la cordura, un juez no exclamará ante las excusas del ladrón de pepinos: -¡Pamplinas! Más bien dirá: -¡Quien se excusa se acusa, colega! En situación similar el presidente del tribunal que califica una tesis doctoral en que por fin se demuestra la cuadratura del círculo, con argumentos descolgados de internet, “plausibles aunque no definitivos” (pues en la ciencia nada es definitivo), tampoco exclamará: -¡Pamplinas! ¡Paparruchas! ¡Se la voy a suspender, como hicieron con la de Julián Marías, padre! Más bien dirá: -Navegue, navegue por internet, caballero; llegará Ud lejos. Igualmente el sesudo académico, cuando le preguntan por la palabra más hermosa, no dirá: -¡Pamplinas! Dirá: -¡Intransigencia! No creerá Ud que se la regalo, ciudadano; sólo se la presto pues la necesito para mi escala de valores.

Pero no siempre se es tan discreto.

Era una dinámica de grupo de casadas/os confortables y solteronas/es empedernidas/os (en adelante, CCs y SEs)3. El tema del día era (cosa rara) el de las propias cuitas y pesares. Aquello parecía el muro de las lamentaciones. CCs y SEs, todos a la vez, escuchando cada cual únicamente su propio lamento, exponían sus achaques y desengaños amorosos. Nervioso y perdido su buen talante (porque a él tampoco le escuchaba nadie) el coachman gritó: -¡¡¡Pamplinas!!!

CCs y SEs guardaron silencio y le miraron indignados ante semejante falta de tacto psicológico. El protagonista se repuso y continuó en tono asertivo:

-Pamplinas... ¿Sabían Ustedes que las pamplinas son unas diminutas florecillas de vida breve, utilizadas en medicina y como comida de pájaros? Unas son blancas, otras amarillas; pero las más aristocráticas son las Pamplinas de Agua (Samolus valerandi), la crème de la crème de las pamplinas… Y ni Salomón con toda su gloria… De ahí aquello de (y comenzó a declamar):

Dulces querellas, rosas fugaces… / acuáticas pamplinas, tus quejas…

Ante semejante erudición, CCs y SEs poco a poco (… slowly…) fueron deponiendo su cara de cabreo.

-Bien es verdad que las pamplinas son también, sólo en sentido figurado claro está, cosas de poca entidad; que cuando son cosa fútil a la que se quiere dar importancia reciben el nombre de pamemas, cosas de uno a las que los demás consideran paparruchas; “silly thing”, “nonsense”, al decir de los ingleses,“chose futile”, al decir de los franceses; y que pamplinoso es el que hace aspavientos o melindres,“zalamero”,“sweet-talking”, “vétilleur”, que se ahoga en un vaso de agua, por así decir.

Ante estas explicaciones, CCs y SEs se fueron instalando cómodamente (como era de suponer) en el significado original de la expresión, descartando las complicaciones de los significados figurados (por una cuestión de salud mental). Por ello el coachman continuó:

-No obstante, como hemos de proponer un tema para la próxima sesión, tengo una idea. No será “la pamela de Palmira” ni “el foulard de Isadora”ni “las ruinas de Pompeya”, temas ya agotados. Para evitar profundidades excesivas, tampoco será el de aquella frase de un viejo libro de ortografía para carteros rurales: “Un perro perdiguero persigue a una perturbada perdiz con persistencia pertinaz”. Recuerdo esta frase de los tiempos del Nocturno (en la escuela, calle Cantarranas, de un pueblo soriano) de cuya profundidad aún no he tocado el fondo después de 40 años: Todavía no he averiguado si su autor quería demostrar que las palabras son como las cerezas, o la cuadratura del círculo, o si quería reformular la teoría de Freud… (o si eran simplemente ganas de fastidiar).

El tema que les propongo a Ustedes, el tema, digo, será “la importancia de las pamplinas”. Y para ilustrarse de forma adecuada les sugiero que no se pierdan la próxima Jornada Botánica del Ateneo, de efectos saludables y presumiblemente terapéuticos, aunque no definitivos; pues en terapia, como en la ciencia, nada es definitivo.



Francisco Alonso.
Burgos, Verano de 2008





























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